Compartiendo gratitud

Gracias por el susurro del alba dorada,

cuando el sol asoma su cálido abrazo,

mi corazón todo se llena de gratitud,

por cada instante, por cada vivencia.

Agradezco el canto del ave en el aire,

su melodía suave, un regalo divino,

y ése fresco aroma a tierra tras la lluvia,

que renueva la fe, que me da vida.

Por la risa compartida, por el amor leal,

por los amigos que son como estrellas,

ellos nos quitan las dudas y miedos,

en cada abrazo, susurran: “Estoy aquí”.

Por la brisa que acaricia mi rostro,

por los sueños que danzan en mi mente,

por las cosas sencillas y gestos pequeños,

que hacen que el alma se sienta latente.

Agradezco la paz que emana del silencio,

la belleza del mundo que me rodea,

por lo aprendido en tiempos oscuros,

que me han dado mucha fortaleza.

Por el día que nos da nuevas promesas,

por el amor que florece en cada rincón,

por la esperanza que veo en el horizonte,

y por la vida misma, que es pura canción.

Así, en este canto de agradecimiento,

celebro lo sincero, lo bueno, lo bello,

porque en cada paso, en cada suspiro,

hay un motivo más para vivir y sentir.