Rato, largo rato pasé mirando tu arbol,
después de no se cuanto tiempo
me decidí a hablarle, hoja por hoja,
rama a rama, hasta llegar a su corazón.
Me dió la ligera impresión de que lo presentía,
se inclinó como si leyera mi pensamiento
y apartando unas hojas, como si fuesen orejas,
se dispuso atento a mi explicación.
Mis lágrimas derramadas,
mis pupilas dilatadas
se transforman en cosas,
en cosas que pueden suceder mañana.
El viento, en ese momento generoso,
se olvidó de mi piel y al arbol pasó,
y eso me hizo recordar mi primer beso
no notaba el aire, sentía un total ocaso.
Así, aproveché y cerré los ojos
y en la oscuridad, tu imagen viva
palpando con los dedos
iba dibujando tu rostro, tu fantasía.
Entonces, conté del arbol sus hojas
tal vez cien, más bien mil,
me emborraché con ellas
y me propuse con ellas vivir.
Y en la magia de ese sueño
y haciendo vibrar sensaciones
tu piel en la mía, la mía en la tuya,
con el deseo inmenso de tu beso en mi beso.
Enrikt