Sin compasión las olas te azotaban,
y te cubrían las aguas sin piedad,
enseñaba el mar toda su crueldad,
mientras todas tus fuerzas ya flaqueaban.
Llegué desesperada , y en mis brazos,
traté de asirte con delicadeza,
fue allí cuando girando tu cabeza,
mostraste esos hermosos ojazos.
Quedé prendada allí, en ese instante,
de tus ojos, tu cara y de tu cuerpo.
Dudé, si te quería vivo o muerto.
Te besé con locura, mientras tanto,
grité, al depositarte en la arena,
¡¡me está vedado amarte…soy sirena!!
® Susana Valenzuela 13-08-09