Con la mirada perdida,
los años de una anciana,
y el corazón de una niña
que ha perdido los juguetes,
los que más amaba,
se le ha quedado allá arriba.
La tristeza está viva,
pero la esperanza tambien,
y el corazón se sobrecoge
cuando se mece en el vaivén,
del carro que arrastra el tren
de la despedida,
de quienes han quedado en Andén.
¡Vamos muchacha!
la vida es un eterno recomenzar;
si no es allá, será aquí,
o quizá ¿regrese desde donde salí?
No, estatua de sal no quiero ser,
por lo tanto, para atrás no voy a ver;
lo que se quedó, bien quedado sea,
hoy comienza otra Odisea,
es la vida, y la enfrento como guerrera,
que el Cielo me mire, que el Cielo me vea.