Te desnudas tan despacio
que el reloj
se me aparece
en la repentina
y majestuosa impiedad
de mis apuros.
Me abrazas y en tu piel
caliente,
deposito mi osadía y
los fantasmas procaces
de pasados y presentes.
Me aprietas tan
vehementemente,
que el suspiro se esfuma
y la luz
entre mi cuerpo y el tuyo
se apaga lentamente,
y no hay resquicio
en la fina amalgama
en que nos hemos quedado.
Y me haces el amor
de esa forma tan maravillosa,
que no encuentro palabras
para describirlo,
lenta y pausadamente,
con el gemido al tacto y
la respiración acelerada,
con mi afán, ya dentro tuyo,
y tu entrega aterciopelada.
Y en esa plácida desnudez
me murmuras,
el síntoma del amor
que ya está naciendo.