Era brisa de una noche de abril,
caminando siempre en zapatos de tacón.
Del firmamento, la estrella Polar,
para el solitario con guitarra,
primera y última canción.
Su sonrisa era una luna menguante,
acunando en su vaivén mi corazón,
un salto al infinito,
de poca duración.
Tempestad para mi pecho,
un fuerte galopar,
la caricia de un dulce sueño en una prisión.
Ella despejaba las nubes,
y volvía locos a los sin razón.
Un puñado de arena que se escapa entre los dedos,
que desespera no poder tener,
un salto a una profunda piscina,
a la que el agua no alcanzo a ver.
Y yo, como siempre,
termino pisando descalzo el sendero pedregoso,
con brújula sin norte, sin orientación.
Cierro los ojos ante un nuevo amanecer,
para un anochecer terminar imaginando,
y siempre llego tarde a la que no es mi estación.
Soy muro de papel, rasgado, endeble,
empeñado en hacer castillos sobre las nubes,
en un cielo irónico y traidor.
Me traiciono a mí mismo, y ya me sangran los pies,
pero necesito seguir caminando,
hasta mi único horizonte que tal vez ella,
no ve.
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!