Al gritar, no me oigo,
grito a la mudez 
de mis oidos,
ignoro que destino 
arrojan mis latidos.
Y al mirarme, no me veo,
mi sombra se diluye 
como el agua derramada 
en la tierra 
De este ataud
la luna no asoma,
no hay libros que leer 
ni besos a quién dar,
no existen los paseos 
sobre la fina arena del mar,
es como estar 
bajo un alud 
ignorando el mundo que hay hoy. 
Remo, remo sin cesar
río abajo 
esquivando las olas 
que despistadas
chocan cuando cierro los ojos.
Intento en no pensar
como he llegado 
a este lugar sin preguntar,
remo con más fuerza,
remo por no llorar 
por no caer en la trampa 
de que este momento 
es solo un sueño. 
Y si estoy enfadado, grito y grito 
y no me oigo,
golpeo al vacio 
es como si estuviera enjaulado,
golpeo al silencio 
y no entiendo por qué
estoy enfadado, con la rabia 
de querer gritar 
y golpear 
golpear y gritar.
Donde estoy no hay voz 
ni ese eco que te dice
los más íntimos secretos. 
Por momentos 
olvido lo que estoy recordando
y empiezo de nuevo 
solo que esta vez 
el lugar es diferente,
la misma rabia, dolor, desazón,
y poco a poco 
uniendo las piezas,
preguntandome por qué 
me robaron 
me quitaron
en una noche como la de hoy 
este que ya no és mi corazón.
 
Mi estimado y fino amigo: Por un momento, con este poema, me has hecho recordar otros años (hace más de 30) y sentimientos muy similares a los que describes aquí. Felicidades.