Recuerdo como te comprendía,
aún y siendo la otra,
todo estaba justificado.
Recuerdo lo real que me parecías,
tan dulce y entregado,
tan caótico por mí.
Porque era la primera vez
que te saltabas las reglas,
y estabas indefenso
buscando las cartas sobre la mesa.
Recuerdo que ella te hacía llorar,
y yo la odiaba por ello,
era totalmente normal que le mintieras.
Recuerdo que sabías hacerme soñar
con las palabras precisas y tiernas.
Tú no podías ser el malo.
Y todo lo especial que yo era,
tan buena,
y todo lo manipuladora que era ella,
pero seguiste, enganchado a sus caderas.
Y tenía que seguir siendo comprensiva,
porque yo era la que interrumpía,
y aceptaros en la misma sala,
juntos y abrazados,
en puro estado de shock
pero con los nervios bien controlados.
Y no pasar por la puta histérica
que quiso cazar a un casado.
Porque era la cuarta o quinta vez
que te saltabas las reglas.
Y estabas acostumbrado
a regresar a casa cuando se cansaba la entrepierna.