Con cuatro costras de mugre
recubriéndole la cara,
el pelo sucio y revuelto
y la inocencia en la mirada.
A sus tres años y medio,
la tristeza reflejada,
extiende su manecita
esperando una limosna,
como humilde princesita.
Su padre, sarrapastroso
sopla, con rostro miedoso,
en un modesto organillo,
mientras hurga en su bolsillo
un transeunte presuroso.
Dulce y frágil criaturita
ataviada con harapos
y sin zapatos, descalza;
son muy humildes tus trapos
y es tu miseria marcada.
Eres sólo un angelito
en este mundo maldito
de dolorosos contrastes;
los ricos te compadecen
y te dan unas monedas
con la conciencia turbada.
Tu presencia es ofensiva
para su inhumanidad
tan avara y obsesiva;
eres tú la imagen viva
de su infame iniquidad.
Pero eso no lo percibes,
no lo sabes, no lo entiendes;
tu cabecita con liendres
no lo puede asimilar.
Tú naciste sin dinero,
ni una cama, ni un ropero,
en la mísera covacha
de un rincón de la ciudad.
No conoces, por asomo,
lo que es una golosina,
es el hambre tu vecina
y la miseria tu heredad.-
Eduardo Ritter Bonilla
Miércoles 10 de Marzo del 2010