I
Hay cumbres tan altas que el mar las mira
y echan bramidos cuando esquivan.
Me tienta el alma, con su mirada,
esa luna que irradia luces en su balada.
Voy a la cima y me recuesto para observarla,
sin que lo sepa, para tocarla,
para bajarla de lado y enamorarla.
Para tocarla, para palparla,
me bastan tus ojos para mirarla.
II
Basten tus ojos mirando firme
para rehacer mi pecho en tu pecho y viva
Emerge en tu iris esa alegría
que desafía la lejanía,
que irrumpe y vuelca, trastoca y clama.
Me bastan tus ojos y enamorarme junto a tu boca.
Mirarme junto a tus labios
para esconderme bajo tus brazos.
Ese arrebato tan desbocado,
luna y espuma, chispazo alado,
y una pupila mirando al día.
Me bastan tus ojos claros
y una mirada desprevenida,
que suene a beso ilusionado,
que esconda a ambos confabulados.
Me tienta el brío saberte mía.
Basten tus ojos para que viva mi pecho y sea.
Me bastan tus ojos claros
y una mirada desprevenida.
III
Hay una mirada inolvidable
que se percibe desde la luna.
Cómplice incógnita del firmamento.
Me excita y me tienta,
seduce y provoca.
Hay una mirada inolvidable.
Me bastan tus ojos para atraparla.
Salvador Pliego