Mi defecto es amarte. Lo confieso.
Soy adicto a tu amor. ¿Qué quieres que haga?
Confesarlo, de veras que me halaga
y me siento feliz sólo por eso.
No me importa saber que soy un preso
en tu cárcel de luz que no se apaga,
ni que hieras mi pecho con la daga
doblemente filosa de tu beso.
A tu amor, niña mía, soy adicto
por edicto de Dios, por buena suerte,
por, en fin, lo que gustes y que mandes.
Ni siquiera hace falta que demandes
a quien ha decidido hasta la muerte
de tu amor ser confeso y ser convicto.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC