Tus palabras sonaron como campanas,
Tañidas por ser experto y acompasado,
Tú “mi ninio” “mi adorado”,
En mi crearon música de los cielos,
Y mi cuerpo floto sobre los suburbios,
Para mi se frenaron los tiempos,
Desaparecieron las personas,
Y solo invadimos ese mundo bello,
Tú... y yo...
¡¡¡Para qué el resto!!! si no lo escuchábamos,
Solo podíamos sentir nuestras palabras,
Susurros dictados al oído solo para nosotros,
Egoístas e incapaces de compartir con nadie,
Por que éramos amor eterno, sublime,
Y extasiados en nuestro idilio demencial,
Nos amamos... sin importar el que dirán...
Fuimos pecado subliminado en perdón,
Porque el amor todo perdona,
Hasta el engaño...
Y nosotros si engañamos...
Pero no a nosotros...
Por que desde que nos vimos... nos amamos...
Y ya... no existió nadie.