En las apariencia y en la vivencia del destino inciertos
que depara a cada ser, en el tiempo que le toca vivir
sin hendidura, ni siquiera en el ocaso los deja redimir,
desde el comienzo hasta el final ineludible es su tormento.
El deforme harapo arrastrándose subyuga por concordia
en el laberinto, buscando el concierto a la supuesta alma el hogar,
y que reclama al que esta arriba del hombro un sitio en el lugar,
con reprimenda levanta a la carne del ocaso y de su cobardía.
Cuerpo y alma menesteroso uno del otro vira sin sentido,
el alma en medio de la carne putrefacta alienta con avidez,
como fantasma en medio de la caverna que limita su rapidez.
Pero concientes que se necesitan aunque están arrepentido,
deben seguir juntos hasta donde puedan a cualquier precio,
en resonancia reclaman valor en medio del dolor y desprecio.