No puede hallar la luz en las retinas
El alba que, corriendo los pasillos,
Al aire pide, pide hermosos brillos,
Y el fuego enseña sobre las colinas.
La luz, el alba alcanza las encinas
Que, con el nuevo otoño, los autillos
Olvidan, tras cansar, con sus aullidos,
La estancia, la ventana, las cortinas.
Por fin, en tus pupilas, la mañana
Se anuncia, hija del viento, soberana,
Luciente, emperatriz, reina preciosa.
Por fin la llamarada halla el paraje
Donde, desde la alcoba, eres paisaje,
Si montes ves y admiras caprichosa.