El polvo en mis manos, y mi llanto en un frasco,
Recuerdos olvidados que hoy aquí he desenterrado.
Me encerré en un olvido, dulce y cándido olvido...
Pero mi mente me habla ahora con rencor acumulado.
De mis ojos bañados en odio nacía un ocaso,
Un ocaso marchito, como siempre hubo de estarlo...
En mis labios palabras que queman... un perdón, y otro fracaso.
Me odio demasiado como para no necesitarlo...
Desde el fondo del abismo, mis entrañas he observado...
¿Y digo que tengo corazón? ¡pues me he engañado!
Un demonio acechador dentro de un reflejo dorado...
Una sonrisa amarga que, sinuosa, mis labios ha cruzado...
Daga fiel, rozas mis venas, tibiamente, con cuidado...
Ya siento mi vida desfilar por esa herida...
Y en mis labios, un último perdón desesperado...