Cierra tus labios, tus ojos,
y ábreme tu corazón,
no le prestes atención
a mis nervios, mis sonrojos,
ahora que te entrego el alma
entera, en mi adoración.
Trabajo me cuesta hablarte
y expresar el sentimiento
que me conmueve en mi centro
sólamente con mirarte,
mi voz delata los nervios
que turban mi entendimiento.
Pero es preciso que sepas
con precisión el motivo
de toda esa confusión;
porque en ti está concentrada
la más sublime ilusión
de mi alma enamorada.
Si me pides que lo explique,
no me bastan las palabras:
el amor no se describe,
sólo necesito que abras
tu corazón sin recelo:
¡tengo para darte un cielo
de perpetua devoción!-
Eduardo Ritter Bonilla.