No solo recibí tu sangre amada,
que en pálpitos de gozo se decanta.
No solo tus caricias...Las primeras,
que fueran manantial de mi sonrisa.
Tambien nos diste hermosas primaveras
en mil colores nuevos contenida
y así mimaste todas las razones
por las que nunca dejaremos de quererte.
Hoy,
ya lejano el día de tenernos,
cuando el dolor y la prisa
se han aliado con los días,
has vuelto a renacer en tu alegría,
en tu sereno amor que te enaltece
e impregnas de maduras emociones,
que hoy, nos dan tus manos y tus preces...
¿Que puede doblegar ya tanta entrega,
en tanto amor a ciegas consumido?
Y has puesto ese dulzor en tu mirada
que vuelve a disipar todas mis dudas.
¡Te quiero madre!
y quiero ya, tus manos en las mías,
con mis brazos en los tuyos contenidos,
mientras se buscan ya, mis labios y tu aliento.
Madre, cada vez que me miras...
-que niño- y que guapo me siento.