No sé si será ese pálido rayo de sol que se asoma sutilmente por el horizonte en este atardecer de invierno gris y solitario, que sucede a otra noche de desvelo, quien me sumerge en absoluta y profunda melancolía.
O será tal vez esta angustia que me invade especialmente ahora que te siento tan lejos quien aprieta mi pecho ahogando mi corazón y desterrando a mi alma confinándola en el exilio.
Pero mis lágrimas insurrectas no paran de fluir, desgastan mi piel lavando con salitre las huellas de tus besos.
El tiempo se detiene en este instante desierto y sombrío que precede al olvido.
Un aire frío cuaja mi aliento y siento que me asfixio… el amor agoniza en las entrañas intoxicado de nostalgias de otros tiempos.
No hay momentos en la memoria que rediman, ni tu voz como dulce letanía, ni la imagen de tu rostro y tu sonrisa, ni el recuerdo de tus ojos reflejándose en los míos.
Busco en los registros de mi cuerpo tus caricias, tus manos que lograban encenderme, intento revivirlo pero es tarde…
Estoy perdida en este lapso interminable de vida que provoca en mi ser, la abulia necesaria y salvadora
Ya no tengo ni deseos de tenerte! Paso fundamental para dar muerte, a lo que queda de este amor tan despreciado.
Vagaré por este valle tenebroso, transitando la noche oscura de mi alma, hasta que logre sepultar hasta el último de tus besos.
Griselda