Cuando me pongo a pensar en él, a recordar su melancolía y su ilusión al mismo tiempo,
me doy cuenta de que la vida es así. No buena ni mala en realidad. Uno mismo tiene el poder de elegir vivir en una nube, como en ocasiones hace mi tío, o vivir una caída de mil billones de kilómetros que no acabas de llegar a tierra firme.
Esto hace que me sienta más segura de mi misma y hace que quiera vivir; que piense que la vida no es como yo creía, un mundo hostil, donde intentan convivir seres humanos que son de todo menos humanos, sino eso, una nube de ilusiones, sueños y esperanzas.