DE UN SALTO A OTRO

Cuando era un joven muchacho, muchas veces me sentaba sobre los raíles oxidados de las vías y las observaba. 

Y pensaba, si algún día uno de esos viejos trenes que solía pasar por allí me podría transportar de golpe a mi madurez.

Y entonces, me imaginaba en una hermosa casa,

enamorados tú y yo, dichosos junto a nuestros retoños,

mientras observaba las estrellas, y susurraba con cierta tristeza: si fuéramos adultos…

Y ahora que pasaron los años, y vivo sumergido en esa vida,

vuelvo a sentarme sobre los raíles oxidados de aquellas vías, y las observo.

Y entonces pienso si algún día uno de esos viejos trenes que suele pasar por allí

me podría transportar de golpe a mi juventud.

Cuando entonces yo amaba apasionada y profundamente al mar, a los pájaros, a ese cielo azul, a la poesía; a tus ojos, a tu mirada, y deseaba pasar a tu lado el resto de mis días.

Porque entonces yo tenía grandes sueños y unas tremendas ganas locas de vivir, de estar contigo, y sobre todo, de amarte.

Y porque todavía quedaba muy lejos el momento en el que te ibas a marchar de mi lado, rompiendo así la magia de nuestro gran amor.

Si fuéramos jóvenes… susurro una y otra vez con cierta tristeza, ahora que tan solo me queda, mi madurez soñada.

El ser humano casi nunca valora el momento exacto de las cosas.