Hallamos modo divino de amarnos,
nunca nuestras despedidas son frías,
conservamos los duendes, fantasías
despierta el amor y lo desnudamos.
En desaciertos no hay arremetida,
con palabras arteras nadie estalla,
el amor nuestro no enciende batalla.
Este hogar no es reino de suicida.
Tu delicadeza perenne, es un encanto
al que nunca acabo de rendir respeto,
para posible desamor no hay objeto,
con la fe de amarte siempre me planto.
Junto dejamos de desojar margarita,
esa flor ahora; en la planta se marchita.
Autor: Alcibíades Noceda Medina