El mar comenzó siendo muy pequeño, Dios a crearlo no se decidía; pero era necesario y lo sabía. Era parte esencial de un bello sueño. Al crear el amor dijo risueño antes de descansar el sexto día: pongo al hacer el mar todo mi empeño todo mi amor y mi sabiduría. Y el mar surgió de pronto, pequeñito; nada, nada que ver con el mar muerto, era como un oasis del desierto, pero era dulce, dulce y muy bonito. Pronto fue la atracción de las estrellas que lo usaron a modo de reflejo. La luna lo adoptó como su espejo y fue lo bello entre las cosas bellas. Los ríos enterados del suceso corrieron como sangre por la herida a darle calurosa bienvenida y ofrecerle sus peces y su beso. El cielo desde el cielo se propuso brindarle su color.La luz sus rayos, la marea sus típicos desmayos y la niebla un matiz semidifuso. El mar poquito a poco fue creciendo y sus aguas tornáronse saladas. De las almas, las más abandonadas a su vera llegaban y gimiendo derramaban sus lágrimas. Las olas, en un ir y venir precipitado, proyectaban su límite cerrado al vaivén de graciosas barcarolas. ¡Oh divina bondad! ¡oh mar que creces cada vez que mi llanto en ti se vierte! No me dejes sufrir, sentir la muerte del amor que he sentido tantas veces. Creces tú mientras yo desaparezco lastimado de amar y te engrandeces, cuando a ella ni yo le pertenezco, cuando tú ni mi llanto te mereces. Heriberto Bravo Bravo SS.CC