¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?
Miguel Hernández, poeta español. A Cristina Villanueva.
Era un nuevo siglo
y un nuevo milenio
y todo parecía
que el Mundo cambiaría,
pero no:
los heraldos de la muerte
continuaron soplando sus trompetas.
Hordas criminales llegaron al Oriente:
Afganistán, Irak y prosiguieron
su vuelo de vampiros insatisfechos.
Miles, cientos de miles
de muertos y mutilados.
Cientos de miles, millones
de gargantas reclamando paz.
Pero a esos señores de la codicia,
de la guerra,
no les importan ni las muertes
ni las voces.
Roban, torturan, asesinan,
en nombre de los dioses y los imperios
y regresan a la paz de sus remansos.
Los elefantes pasan por el ojo de la aguja.
Nombres
de niños y adolescentes asesinados en Gaza.
¿Con qué honor se lavará esa sangre?
¿Cuántos niños y adolescentes más
serán sacrificados en el altar de la diosa de la guerra?
¿Cuántos más en el altar del hambre y la miseria? Tú, que todo lo ves, según me dicen,
¿Cuántos rezos y ruegos cuesta
el castigo a sus verdugos?
no respondes. Pero llega la respuesta:
¡La justicia tendrá que cargarse a nuestra cuenta!