Qué inédita verdad
ésta de amar por amos,
queriendo amar de más,
amándolo todo;
amar con la desesperación
de no saber amar,
con la impotencia del más amor
y en la ignorancia toda del amar.
Qué improbable verdad
de ser el único
en cada desaliño del tiempo,
en ese flameo que estando
en un mismo lugar
se desconoce y renace ausente,
falto de todo,
casi ignorado…casi sin forma…
y es que amar con ira,
con la cólera detenida por la espera;
amar con las manos rendidas
y la voz hecha silencios,
amar despacio y sin preguntas,
amar con furia incontrolable,
con desaliento y ansiedad;
amar con la calma
y con la ternura aprendida,
con los sueños aún desnudos,
con la risa dormida
y la urgencia y el sosiego todo revueltos en la misma necesidad de no callar,
si no de amar amando de más.
Qué impensada verdad
ésta de tener que amar
amando de menos
dejando de amar por amor;
amar con el ayer presente,
con el deseo perdido
y la soledad de los besos
aferrados a una sola forma de amar.
Qué ignorada verdad
la de estar en cada segundo,
procurando destejer caricias
que una vez,
lejos de todo y más allá
tuvo nombre, tuvo lo mejor
intentándolo más…intentándolo todo.
Y es que amar
sin la angustia del no morir,
en la ausencia
y en el no saber nada;
amar a oscuras,
detrás de la vida
y con los labios quedos;
amar dejando de amar,
amar en la distancia y en el olvido,
en cada suspiro desoído,
en todos los versos idos
y en cada desvelo renacido
es la misma necesidad de no callar…
callar después de amar.