Vi desvanecerse en el espacio aquellas anillas surgidas del humo que surgía de mi boca, vil veneno que se apodera de mi alma para amortiguar mi soledad. Lentamente observé como te consumías, siendo mi eterno compañero de horas. Tan bien te conocía que podía escuchar el crepitar de tu contenido en el avance de esa brasa inapagable; quise hablarte… también lo hice… y tú, mudo escuchaste mis lamentos de ese amor que hoy me había olvidado, que a diferencia de ti que siempre estas a mi lado, ese amor ya lejos de mi alma se hacía a la vida. Que increíble que al tiempo serás mi muerte, pero que hoy eres mi vida… lentamente sin quitar mis ojos de tú presencia, mi mano se estiro fuera de la cama, caíste olvidado en un rincón de mi cuarto, ya consumido, pero habiendo dejado en mi ese sabor acre de haberte bebido, hasta que llegue el próximo cigarrillo…