Desgarrada: eco de acero y llamas

  
Forjada en el fuego eterno 

 Donde yacen secuestrados ayeres, 
aparece una figura impoluta,  

esculpida en la lejanía , 
fulgor irradiando luces  

desafiando la penumbra. 

 
Eres mujer, de acero y llamas, 
torrente de fuerza que rasga el cielo, 
chispa salvaje, indómita  

pulsante y audaz, 
dardo rebosante de irreverencia,  
apuntando implacable hacia el infinito, 
donde los sueños...  

posibilidades son, que se entrelazan. 

 
Has ocultado el paso de tu huella  
soslayando un abismo que brilla  

con la promesa de lo desconocido, 
luz danzante de recuerdos mecidos  

¡Al compás de las olas y el viento! 

 Tus pasos traen el rumor 

 metal en forja que se despierta, 
clamor de certezas que no se rinde, 
garganta del mundo gritando tu nombre, 
aleación de entrega y destino, 
entre sombras retrocediendo ante tu latido. 

curva del hierro donde te sostienes, 
temblor de la noche rendida a tu pulso; 
estrellas te miran con hambre de incendio, 
mordisqueando el borde del silencio, 
mientras esa tu voz se eleva, afilada, 
rompiendo la corriente de la duda. 

Y cuando el último suspiro de miedo te tiente, 
tu rugido incendia la memoria de los que se fueron: 
¡no!... no hay regreso posible,  

solo la chispa que arde,  
que te llama y te retiene, 
llevándote, imparable,  

hacia el infinito. 

Las cadenas de la noche  

se desatan a tu paso; 
ahí, el hierro se vuelve aurora y tú, 

mitad llama, mitad trueno, 
abres el camino  

donde el temor no llega, 
y el mundo  

—siempre a medio estudiar— 
aprende, por fin, 

 a cantar tu nombre. 

Donde el horizonte se quiebra en dos, 
tu silueta se funde con la aurora, 
el mundo, deshilachado,  

aprende a respirar 
con tu nombre grabado en el pecho: 
Desgarrada,  

¡¡¡Pero imperecedera!!!