El sube y baja de la vida, cual el juego de niños de una plaza
cualquiera, aventura y desventura, sueños y quimeras, ardides
de pequeñas galaxias perdidas entre el ruido alimentado
por el amor y la espesura, cánticos de los humildes, que se
balancean en él, cuales sordos infieles de una casta castigada,
cálidos alnuerzos en la terraza profana de ayeres y presentes
vapuleados, el sube y baja de la vida, con sus dones imperfectos
y el recorrer inhóspito de almas en la vigilia dormida, magias, alquimias, la humedad de un otoño y el seco estómago de los pobres indigentes
discriminados seres olvidados por el sistema afixiante de cuatro
locos tras un escritorio.
El sube y baja de la vida, veo tan cerca la gramilla de la plaza, que
me doy cuenta que me toca descender en la cuesta silente
de este laberinto de profiláticas bondades.