III. Saberse ser
Es por sus pezones estar muy en alto
que sus telas de humanas ansiedades
están chorreando por dejarse ser.
En sí, su lado izquierdo acusa al derecho,
le echa en cara del no sentirse la culpa
en cada paso ajeno, en cada otra piel.
¡Cataclismo! se desata el cinismo.
Se miran, mirándose se espantan
y cómo entre religiones se atacan,
se besan, se sudan, se aman...
gestando en de mercaderes madrugadas
los pecados de unos cuantos todos.
¡Desisten! Exhaustas ambas se amparan
a cambio de sus palomas blancas.
Sus cuerpos olerán a obsesión frustrada
y solos, para sí, parirán cangrejos;
sucios animales que rajarán al medio
a cuanto pobre anormal se les arrime.
Interviene y es por tanto amor
que debuta la experiencia.
Arcángel sordomudo son sus padres,
Asesina, cércenadora de su naturaleza.
¿Entra y qué? Sin lágrimas
acaba con todo lo que les pueda nacer.
Más no las mata, más las postra castradas
a un rincón similar al de siempre,
habiendo sido nada para entonces
cuando los años se miren de cabeza...
por haber querido
saberse ser.
Junio, 1996
“Primeros Pasos”
Copyright © 2004 – Michel Fernández Pérez