La mancha de humedad, tiene una similitud
al ácido de mis venas,
corroe los muros, se asienta en sus ladrillos,
perfona la dureza del cemento,
como perfora la dureza de mis tejidos.
Cada una de ellas, tiene un sentido,
oblicuo, heterogéneo, casi ortodoxo,
feroz veedora de cada acto de
alguna parte de mi vida.
Sus ojos esparcen veneno,
sus manos tocan mis huesos,
su boca, lengua de fuego silente,
atraviesa mis poros,
llamando a las cosas por
su nombre.
Es inolora, mas, el aroma
de sus filtros, carcome la
masedumbre de tantas
viejas heridas, que cada tanto,
me siembran en desconsuelo.
Acecha permanentemente,
punza el alma, tejiéndole
viejas hegemonías,
que a simple vista,
llegan a matarme.
Es inmune al tiempo,
al espacio, al dejo
de pocas palabras,
que mas que acepciones,
son ruegos de macabras
pestilencias.
La mancha de humedad,
no se borra con caricias,
ni se disimula con besos,
está mas allá de cualquier
ilusión óptica,
que la quiera matar,
es mi mancha, la que llevaré
hasta el final de los días,
esa que me acompaña, cuando
las catarsis se llenan de nostalgias
y los pasados me vuelven
en pesadillas, de chispazos y de sangre.