Es esta dulce Presencia
que habita en mi interior
con sutil luminiscencia,
su lenguaje es el Amor.
Me trae palabras de vida,
de paz y felicidad;
esta Presencia querida
me envuelve con su bondad.
Nunca me estorba, no grita,
no me acosa ni importuna;
esta Presencia bendita
me acompaña desde la cuna.
Es testigo silencioso
de mis triunfos y fracasos,
Él es mi Padre Amoroso,
que me rodea con sus brazos.
No descuida ni abandona
mi vida en ningún momento,
y protege a mi persona
y despeja mi entendimiento.
Llena mi alma por completo
y lo hace con tal ternura
que se gana mi respeto,
pues sostiene a mi cordura.
Su voz habla con silencios
pero la entiendo al instante,
y me murmura muy quedo:
-"Sigue, hijo mío, ¡adelante!"-
Eduardo Ritter Bonilla.