Tratando de disuadir al demonio que hay en mi, suponiéndolo cierto, pensándolo austeramente, cual un enredo solitario de rebaños perdidos en una pradera que se observa desde tu ventana. Mas allá del horizonte, la ruta esquiva de los dormidos vagabundos, llegan a preguntarme quien de estos dos tipos habita en mi, porque esta transformación enérgica, extraña, rápida y perversa, creo entender que no llego a conformar a nadie, sabiéndolo todo no sé nada, y perdiéndolo todo caigo en manos de una tiniebla atroz, que se muestra dispuesta a albergarme, en cada centímetro de su extensa geografía.
La vida pasa ligera, por los tubos de ensayo que anidan en la mente, te veo...si que te veo, asida por los ángeles que no quieren vengas a buscarme, porque en definitiva amor, es tarde, la muerte me alcanza, entre copas de alcohol imaginario y rubias decepciones de un placer que se lleva, lo último de mi existencia.