No se aquieta mi cuerpo ni aun estando dormido,
batalla con recuerdo, la almohada es testigo,
en sueño soñando solo cojín oye lo que digo.
Con nuevas cicatrices del espectro me despido.
Se regraba dentro de mí nuestro amor vivido
nada es ayer, si en la noche siempre estoy contigo,
en los fríos inviernos seguís dándome abrigo,
nada importa, solo tu presencia real pido.
No eres fantasma, eres trozo de la vida misma
que ronda cuidándome cual un niño como antes,
tu afable cuidado hasta en los sueños me estremece.
Que no sea eterna tu ausencia, pues me lastima,
mi corazón y vida, clama por ti incesantes.
Ni en orfandad este amor mío no desfallece.
El señor de los fierros
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