Caminando por las mismas calles día a día, bordeando las sombras del destino, me preparé para aniquilar mi fe, pensando solamente en no poder más, enloquecido por los recuerdos indignos de mi vida.
Una vez más me propuse ahogar mis sueños, mis metas, que tan sigilosamente guardaba; mis más brillantes ideas, mis humildes victorias, mis historias, que en la humillante desesperación se perdieron.
Desenmascarado, puse fin a mi moral, esa que a menudo me abandona; a mi entendimiento, adolorido por las secuelas de la vida, de mi vida; a la razón de ser, esa que ya no es una razón, esa que solo espera el final.
“Borrando mis últimos latidos, cancelaré todas las deudas que me acosan, olvidaré esas eternas noches de dolor continuo, de soledad, de engaño, esos continuos días insaciables de locura, de temor sin respiración, llenos de odio y de amor que no pude dar”.
Enmudeciendo a mi corazón terminaré con todo esto, quizás sea la única salida, quizás ahí termina todo y se comienza de cero, quizás sea así, eso espero.