Me dio su esencia de dalias y nardos,
era un tesoro de minas ocultas,
como la miel de un panal perfumado,
fuente de vida energía de mi alma.
Se volvió roca de hielo salino,
en cuyas manos la hiedra no medra,
hierro forjado que esconde mi llanto,
en su ventana velé tantas noches.
Me desdeñaste una tarde de invierno,
ya no hay retorno la rueda giró,
busque las dalias, rogué por las noches,
tanto pedí que la ingrata volviera.
Rosas florecen de nuevo en el huerto,
en otros brazos vendrá la alegría,
ya nunca más corazón de estatua, no,
no volverán a adorarte como yo.
Poeta Humberto Reyes H.