He aquí tu soledad
sobre la palma de tu mano,
pesando como una roca
en el fondo de tu conciencia.
He aquí las horas vacías
sumadas, por los rincones,
llenando tu habitación.
He aquí tu corazón:
abierto de par en par,
dejando pasar al viento,
ausente de sentimiento,
¡en plena desolación!
He aquí las puertas de tu alma,
marcadas por el destino;
te asomas y no hay camino
ya, que puedas recorrer.
He aquí tu soledad,
tu corazón, tu vacío;
se marchita el día, sombrío,
en un largo atardecer.-
Eduardo Ritter Bonilla.
23 de Febrero de 1991.