Para abrir la puerta del amor,
la conduje al laberinto de tu sonrisa, y
la humedad del desamor, encegueció
de espanto al ver la cara del sol.
Con ingenuidad de hondero,
al calor del volcán de tu temple.
La luna irrumpió resplandeciente.
Al portal y su cuerpo de noble madero,
se armó con tu veta de esencia.
Por la mirilla de tu pupila,
a la cúspide de tu nariz. La mensura perfecta.
Y del escondido bolsillo de tu oído,
el diminuto silencio. El crujido ausente.
A la estatura que alcanzas cuando callas,
de tu medida su altura.
A la pintura la gama en paleta,
tu pelo de laurel florecido.
Para hacerle llaves a la puerta del amor
le robe al tiempo tu presencia, y
como cerrojo, tu mano abierta.
¡ Oh, mentira, mentira que hay llaves ¡
Maga hacedora del metal y el fuego.
¡ Tú le robaste el secreto al forjador ¡