Testimonio certero de mi hambre,
la ondulación de tu figura.
Como si fueran letras en relieve,
el misterio de tu sensualidad,
se extiende en ardiente diagonal,
poniendo una línea divisoria,
a la constante avidez de mis sentidos.
Se agita con discreción tu andar,
pero igual alcanzo a entrever,
en la excelencia de tu geografía,
la suntuosa intimidad que ella encierra.
Y surge entonces al azar,
un revuelo de pájaros en mi sangre,
donde es hasta ilegítimo el pensar,
pues encuentra límites el deseo y mi audacia.
Pero ni el cascabel de tu risa,
ni el brillo de las perlas de tus dientes, permiten amarrar mi barca a tus orillas.
Destella el verano en tus cabellos,
y es ese destello fugaz una promesa,
que apaga sus llamas en el tiempo,
como se arria el ondular de una vela,
sin la complicidad del cumplimiento.
Se hunde el sol en el ocaso,
trayendo una melancolía absurda,
que se sumerge en las penumbras,
trcando alegrías por tristezas,
y el día por una noche inmensa,
plena de promesas inconclusas.