Cuando del amor,
solo me quedaba reliquia.
Después de cada tormenta,
queda agua en la acequia,
para regar la flor,
la de mi corazón desierto,
que le entregue y,
tan solo para ella está abierto.
Yo no sé de leyenda ni historia de:
Orfeo ni de Eurídice,
pero a esta mujer amo tanto,
que solamente hago lo que ella dice.
Ella no es una princesa,
ni yo tampoco vagabundo,
pero haciendo el amor,
llenaríamos de hijo el mundo.
He caminado sobre brasa,
nada siento mientras ella me abraza,
con su único amor e indecible,
equilibro mi balanza.
Ella es todo,
suave como una seda,
y yo simplemente Noceda.
Autor: Alcibíades Noceda Medina