Me rijo por octavas, métricas encubiertas
por la madre de todos y el sol del mediodía
por aquellos bohemios, por esta isla desierta
y por tantos incautos que merodean todavía,
me rijo por octubre y por el mes que aún no existe
por la noche de mis tilos y el ritmo de una musa
por esa mirada que aquel día me diste
por el beso que te robé qne aquella mesa intrusa,
me rijo por la ley que perdona la sentencia
y condena al testigo por falsa ideología
por el perfume tan lleno de versos y de ausencias
por el libro de Neruda que volcaste en mis rimas,
me rijo por códigos de omisiones precisas
y por esos cafetines que huelen melancolía
por la marca de tus labios que en los míos se deslizan
y se inflan de pasión cuando desatas tu ira,
me rijo por leales posiciones extremistas
y por extremos tuyos que mueren de inmediato
por la escueta dimensión sin que nada te desvista
y te cubran mis heridas con finas savias de extractos,
me rijo en demasía, en plurares inconclusos,
en vientres de humildad, que a tu paso, acarician,
me rijo por equidad y sobre todo por gustos
por paciencia de esperar, por humedades que te excitan,
me rijo por inminentes retazos de la vanguardia
y por ese surrealismo que deviene en armonía,
por una infusión caliente que calme la retaguardia
y una trinchera oculta que te allane sin medida,
me rijo y es necesario sentir lo que me provocas
cuando sumerjes tus manos en mi sitio preferido
me rijo por el deber de calmarte en mi boca
en esa guerrilla obsena de lo trivial e indebido,
me rijo en situaciones, en mares y en energías,
en esas parcelas tuyas de catastros inexistentes
donde tu nomenclatura traza mis geografías
donde mi reticencia se vuelve condescendiente,
y me rijo en la insana verdad de la opulencia
en la gemela visión de un monje en su abadía
en el rito de amarte y morir en tus ausencias
en la magna amplitud de tu sexo en mis derivas.