Acaso te imaginas quedar rendido
por encima de una piel encabritada,
cual ceniza y humeante nieve,
en medio de una inacabable sacudida;
cuerpo y cuerpo en la piel encendida
y en el tibio palpitar de dos vientres,
que traspasando horas sublevadas,
pugnan voraces por reventar
junto al débil placer que se eleva,
y se alza casi extenuado,
queriendo no morir sucumbiendo.
Acaso te imaginas cabalgando a solas,
enredada en tus propios deleites
o bajo la tenue sonrisa de tantos desvaríos,
que quedan rasgando inquietas fantasías
y cubren de angustias sublevadas
los desvelos sobre una noche inmóvil;
mordiendo de a pocos las horas
en la fresca turbulencia de tu pecho
que se nutre de urgencias sublevadas,
mientras en el roce, casi imperceptible,
dos cerezas asoman coronadas de tiempo
cual azucenas encendidas…inflamadas.
Acaso te imaginas carne y piel
en el cálido ejercicio de trasnochar desvelos,
saboreando en los plazos olvidados
el tierno color de una atormentada locura
que se filtra y revienta silente
en un palpitar de continuos frenesíes,
dejando correr la humedecida esencia
de una furia repentina por no acabar,
sino esperando terminar…sólo terminar.