Era un árbol grande, hermoso, lleno de alegría,
guardando como un tesoro, un nido con su cría,
la golondrina más pequeña y nunca jamás vista,
llena de energía, de corazón, y cargada de vida.
Con el tiempo, emprendió un viaje, sin prisa,
se despidió de su casa, y emprendió su salida,
alborotada con sus alas, y sus galas preferidas,
saliendo al exterior, paralizada de lo que veía.
Un sol radiante, una luz espectacular y divina,
aún aceleró más, intentando tocar su luz tan fina
corrió hacia las nubes, que tanto la entorpecían
para dar paso a su camino, al calor que perseguía
Pasaron años, no alcanzaba su sueño,y entristecía
dándose cuenta, que aquel sol, no la que quería,
bajó por las montañas, cruzó mares de oceanía,
y con lágrimas en los ojos, a su árbol volvería.
Muchos dicen, que la ven volar durante el día,
intentando alcanzar al sol que tanto la rehuía,
otros, que la luna la cobijó acunando su sonrisa
dejándola soñar, aplacando su triste melancolía.