¡Ay de los vencidos, de los derrotados
los que a cuestas llevan todos sus pecados,
de los amargados, de los deprimidos
de los que descansan sin estar cansados
y de los que sueñan sin estar dormidos!
¡Ay de los que humillan, de los humillados,
y de los que sufren por enamorados;
de los que se gozan en segar las flores,
de los que quedan en la mar anclados
náufragos de besos y de sus rencores.
¡Ay de aquellos otros que sin pena alguna,
sin remordimientos hacen su fortuna
sobre los escombros de los indefensos
y de los que hieren a la blanca luna
con veladas sombras de rencores densos.
¡Ay de los que matan, de los que asesinan
y de los malvados que cuando caminan
a su paso siembran el dolor, los gritos
porque solamente la maldad maquinan
y en el mal se gozan pérfidos y ahítos.
¡Ay ay ay, qué pena, qué dolor! ¡qué bruto!
Pobres los que vagan con el rostro enjuto,
taciturnos, rotos, marginados, idos,
cielos sin estrellas, árboles sin fruto,
pájaros vistosos; pero enmudecidos.
¡Ay de los que lloran sin querer y de esos
que les faltan labios y les sobran besos;
de los que quisieran que alguien los amara
y se juegan todo, corazón y sesos;
pero nadie, nadie, nadie los ampara!
¡Ay de los que viven de la fantasía
escribiendo versos de melancolía
plenos de pasiones y declaraciones,
corazón en ascuas y cabeza fría
y con muy sentidas elucubraciones!
¡Ay, en fin, de aquellos que andan atontados
como distraídos, como desvelados
y después no saben ya si van o vienen!
¡Ay de los vencidos y los derrotados
porque tienen todo, porque nada tienen!
Heriberto Bravo Bravo SS.CC