Juan se metíó de poeta,
aunque en el arte era un fiasco,
siendo sus versos un asco
desde el principio a la zeta.
Un día llamó a su puerta
una celeste criatura,
más que hermosa, la hermosura
misma, abundante y abierta...
Era una luna su rostro
y eran sus labios de miel;
y en vez de decirle aquél:
"A vuestras plantas me postro..."
O tal vez: "¡Oh Dios, cuán bella...
pasad, pasad por favor...
vos suscitáis el amor
siendo del cielo una estrella"
O quizá: "¡Por Dios! ¿Qué veo?...
¿de dónde habéis descendido?
Mirad cómo habéis prendido
a mi suspiro el deseo..."
Sólo le dijo: "¿Qué quiere...?"
-y hasta con un tono agreste-
"Ahorita no me moleste...
Largo de aquí, no me altere..."
Demuestra Juan con certeza
que quien poeta ser quiera,
no lo alcanzará si espera
que salga de su cabeza.
Quien descubre la belleza,
prescinde de la razón.
Ahí es donde el corazón
su linda labor empieza...
...y el corazón da su fruto
lentamente y poco a poco
y hace del poeta un loco,
loco, sí; pero no bruto...
Heriberto Bravo Bravo SS.CC