EL AMOR OLVIDA LA GUERRA

EL AMOR OLVIDA LA GUERRA

“Si el sexo no fuese la cosa más importante de la vida, el génesis no empezara por ahí”.

Por: Cesare Pavese

“Sin prohibiciones no hay erotismo”.

Por: George Bataille.

“El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse”.

Por: Federico Nietzsche.

La noche estaba vestida de escarcha brillante y lentejuelas,

los caminos tupidos perdían la oscuridad  y el espeso follaje regalaba sus misterios.

Una luna casi sangrienta nos miraba escondida a través de los matorrales,

el chasquido de un beso rompe el silencio de la noche y un murmullo se pierde entre quejidos.

Las parejas se retuercen en una danza erótica y una respiración jadeante,

dos pezones erizados se baten al viento y unas manos como dioses los acarician con compasión trémula.

Aquellas manos de Afrodita se resbalan para acariciar ese hermoso animal de monte que crece sin par, los ojos varoniles se entrecierran y el pecho se agita como olas encrespadas.

Había una cena de lujuria entre sudores corporales y el susurro de una libido en formación,

unas manos fornidas se perdían en las raíces de sus cabellos y la piel se erizaba en extraños puntos.

Una lengua experta cruza las estepas del oído y la diosa se retuerce como reptil herido,

su mirada se entrecorta levitando bajo el sopor y el embrujo de Eros.

Ella no suelta su animal rapaz amante de la carne púbica y explorador de cavernas oscuras,

el tigre feroz con sus garras audaces no afloja los redondos glúteos buscando lugares oscuros del cuerpo.

Dos lenguas se mueven como brazos de fuegos azotados por un vendaval de carne erizada,

los labios femeninos de gemidos suplicantes buscan el sabor de un sueño o la verdad de su cuerpo.

Un glande altanero juega con el relieve erotizado de su piel y hay burbujas en el volcán,

bellos dientes de marfil muerden con suave finura el cordón de mi bestia salvaje.

Tu piel cobriza calcinado por un sol simula la Reina Inca que cede al icor embrujador de un Dios dominante con su vara seminal,

ahora mi caballo mozalbete merodea las estepas oscuras a un deseo pronto a estallar.

En tu rostro poseído no habita la máscara ni los prejuicios de una carne falsamente pecaminosa,

una máquina de artillería se pierde en las llanuras púbicas buscando el orificio de un cáliz sagrado.

Los montes están húmedos en gotas de cristales y más el capacho donde se cuecen las locuras,

aún seguirá erguido aquel pecho firme que reta al mundo como en los tiempos de ignorancia y oscuridad.

Un vástago sin cordura se pierde en la seductora cueva de Altamira donde se desatan las pasiones feroces,

en el éxtasis se conjuga un coro de bisontes mugiendo el último rescoldo de la carne.

Dos arroyos seminales se entrecruzan con ferocidad y una tormenta amaina y llega la paz interior,

un dulce y leve beso es la huella de una carne enfurecida.

El abrazo tierno es la salvación del mundo,

en el amor la guerra es una utopía perversa.

Unos ojos se miran entre la malicia y el deseo, una sonrisa se pierde entre comisuras y nace la hermandad.

Por: Manuel Guillermo Ebratt Doncell

Barranquilla, Agosto 16 de 2016