¡Ay mi niña consentida!
no sé que tienes tú que me enloqueces,
que me dejas revuelta todita mi vida,
y mi mundo despierto hasta que me beses.
¡Ay mi niña pervertida!
con esa mirada me levantas el ánimo,
si ando decaído, tu eres mi bebida,
que en tus besos bebo sin medida.
¡Ay mi niña de mis ojos!
eres tú, sin duda alguna, mi fortuna,
que me hipnotiza con esos labios rojos,
y me acurruca en sus brazos y en su luna.
¡Ay mi niña de mis sueños!
tienes en tu piel ese aroma de mujer,
que en lo único que quiero yo poder,
en esta vida es ser tu dueño.