-¿Qué os ocurre, mi señor,
Que os miro triste y vencido?
Decidme lo sucedido,
Si así os encontráis mejor.
-Que me abrasa este dolor
Que arde dentro de mi pecho,
Quemándome, sin derecho,
Quebrando toda esperanza.
-Conozco yo tal mudanza,
Y es amor, si no es despecho.
-Amor es, te lo aseguro,
Mas me han dicho, Marcelino,
Que es este un duro destino
Y el más prodigioso apuro.
-Que eso es amor, os lo juro:
Solamente los amantes
Lloran y gimen, errantes,
Como soléis estos días,
Mezclando mil alegrías
A tristezas inconstantes.
-Podrán, entre los mejores,
Los médicos de su oficio
Curar con virtud el vicio
Que me llena de dolores.
-No curan el mal de amores
Los médicos, señor mío,
Pues sólo está al albedrío
De las viejas celestinas.
-Malamente me encaminas.
-Habéis de pensarlo en frío.
-No he de pensar, que no quiero
Perder un dolor tan vivo
En que el espíritu esquivo
Se diluye en el sendero.
Escucha bien lo que espero
De tu fe siempre tan buena:
Llevarás una azucena
A mi dueña y mis señora
Del servidor que la adora.
-Parecéis un alma en pena.
-Y escribiré en una carta
El verso más halagüeño,
Para que ceda a mi empeño
O el corazón se me parta.
-¿Quién es ella?
-Doña Marta
De la Fuente y Castroviejo,
Alma pura, claro espejo
Que en arroyo se convierte
Cuando en el agua se vierte
Su hermosura y su reflejo.
Las llamas más encendidas
Hallarás en su mirada,
Su blanca piel hechizada
Por auroras repetidas,
Sus melenas suspendidas
A los caprichos del viento,
Y bello será el momento
De que entregues el recado
Que manda un enamorado
Que de amor vive sediento.
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!