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Por los senderos de un mundo quebrado,
donde la luna susurra su pena estelar,
un hombre anduvo, desnudo de oro y corona,
sembrando amor en el surco del mar.
Él fue luz entre sombras, brisa entre abismos,
palabra simple hecha pan para el pobre comer;
su voz era río que lavaba cadenas,
su risa, un puñado de estrellas al caer.
Pero llegaron los hombres de túnicas negras,
los mercaderes del templo disfrazados de fe,
y con manos de hierro tomaron su nombre,
convirtieron su canto en un grito cruel.
¡Oh Cristo errante, profeta de barro!,
¿dónde quedó tu mensaje de eterno brotar?
Lo que sembraste en jardines de humildad,
lo arrancaron para venderlo en el altar.
Te hicieron dios cuando quisiste ser humano,
te pusieron espadas donde hubo paz,
y con tu rostro bordaron banderas
que justifican la guerra y el matar.
De tu cruz hicieron trono, de tu sangre moneda,
de tu palabra un dogma que nunca soñó tu afán.
Las cadenas que rompiste con fuego divino
las forjaron de nuevo para esclavizar al hermano.
Dijiste: "Sed libres", pero ellos dijeron: "Obedeced";
enseñaste el camino, mas ellos cerraron el umbral.
Construyeron altares sobre tu silencio,
y vendieron tu gracia como mercancía banal.
Hoy caminas perdido en las calles del tiempo,
buscando aún a aquellos que amaste sin par;
pero el circo de luces y falsos profetas
ha cubierto tu huella bajo mármol y sal.
Y aunque gritas en sueños, nadie escucha tu voz,
ahogada por cánticos huecos y vano rezar.
Tu Evangelio de vida se volvió testamento
para oprimir al pequeño y al grande exaltar.
Mas en algún rincón, más allá de las torres,
hay quien recuerda tu paso, tus pies descalzos;
quien guarda tu llama encendida en secreto,
y espera el día en que vuelvas a hablar.
Cuando ese día llegue, cuando rompas tus ataduras,
cuando derribes los muros que levantaron por ti,
entonces sabremos que no fuiste dios,
sino un hombre que quiso sanar este vivir.
¡Oh Cristo rebelde, poeta de pobres!,
tu verdad aún resuena en el alma universal.
Aunque te hayan vestido con ropajes de rey,
sigues siendo el mismo que nos enseñó a soñar.
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