A pesar del cansancio,
de las palabras vacías,
del hastío insufrible,
a pesar de caminar
como un elefante borracho,
no estoy preparado
para los golpes indigentes
que me está infringiendo
esta maldita realidad.
Un libro abierto
con tapas muy gruesas,
los brazos caídos,
la esencia vejada,
muy interpretado
el protagonismo de un secundario,
sigo hablando sin solvencia,
no me atrevo a describir
la biografía inminente,
es tanta la amargura
del agua que me quita la sed
que necesito pasar nauseas
por sentir mi negro corazón.
Salen las miserias
de las páginas de los días,
una voz me vuelve loco,
se atreve a decirme una negación,
navego en tierra hostil
con los nervios hechos de acero
y a la vez, desmembrenados
por las gotas de la sangre
de mi propia desesperación.
En la oculta gruta
donde viven las estalagmitas,
ha asentado mi alma,
la quiero congelar,
el calor me ioniza
de rabia hacia el mal,
los maltratos enquistados
en la silaba ensalivada
desgastan mis pensamientos
y me están llevando al sentimiento
de la incongruencia,
un coste ignominioso
que me agota mi cuerpo,
me deja sin fuerza
y creo que me está llevando
a ese lugar oculto
donde quiero descansar
del agobio de mi existencia.