En el cénit del cielo navega la nave de cobre bruñido,
carro aéreo y alado de mágicas incursiones.
¡Mágico relámpago de nubes acompañado!
Como frugal hoja desciende en caída vertical
y se posa leve, leve en la fina hierba de los prados.
Dioses de antaño, adoradores del hombre,
escanciaron vinos de uva rica en su honor;
libaron del néctar de ambrosía y profanaron
el sagrado árbol de la vida en loor de su favor.
¡Oh, vehículo de ligeras alas sin motor
que surcas cual venablo el firmamento
hiriendo las miradas curiosas del hombre-bestia
en forma de escudo con fulgor!
¡Deja caer tus plumas blancas desde arriba
y cosecha la tierra donde crece la ignorancia
del hombre de mi tiempo, sin rencor!
¡Oh, Faetón imprudente que amarilleaste
las copas de los cipreses en tu loca evolución!
¡Apolo maestro, conquistador del cielo raso,
del cielo adormecido,navegante raudo sin descanso!
¡No dudas en rasgar la gasa de la bóveda de lado a lado
con el huso de cobre bruñido de tu carro alado,
carro de fuego amarillo y rojo como el sol!
pio espejo 8 de abril 2006