El día que tú arrībes a mi costa:
sus mejores espumas vestirá el litoral.
Estrenará la tarde, un color de langosta,
cómo jamás se ha visto igual.
Mis brazos te prepararán un magnetico lazo,
que espantará la ausencia para no regresar...
Mi brazo de ese día, será un enorme abrazo;
más ancho que el mar...
Un abrazo de tierra a la semilla,
un abrazo de sombras al esplandor lunar,
un abrazo de líquido a la orilla;
de viento, a junto lagunar.
Sin despedida de pañuelos, sin lágrimas
de duda cayendo en un cristal,
sin palomas que rájen los cielos,
sin la amargura de la sal;
Le diré adios a mi ilusión, un día, y veré los flamencos, asustados, volar,
al comprender, después de hacerte mía,
que, siempre, entre nosotros,
debió encontrarse el mar..
Kianyabdiel J. Casado.